Ricard Ribera Llorens
El passat mes de febrer, l’editorial Trotta publicava un llibre de textos de l’anyorat Paco Fernández Buey, editats per Rafael Díaz-Salazar. Amb el títol “Sobre izquierda alternativa y cristianismo emancipador”, en Rafael ha recollit un conjunt de reflexions de Buey sobre el cristianisme, un tema que sovint es desconeix en molts àmbits. Per això hem volgut entrevistar a Díaz-Salazar i us convidem a buscar l’estona per llegir aquesta conversa llarga, on l’entrevistat s’aproxima al concepte de comunisme emancipador, però també ens permet conèixer millor a Fernández Buey, l’aproximació de Gramsci a la religió o el protagonisme de la teologia de l’alliberament.
Recientemente ha sido publicado por la Editorial Trotta el libro “Sobre izquierda alternativa y cristianismo emancipador”, un conjunto de textos de Francisco Fernández Buey editados por ti. ¿Cuáles son las ideas centrales que encontrará el lector en torno a religión e izquierda?
Exactamente, el libro no versa sobre religión e izquierda, sino sobre un tipo de religión (el cristianismo emancipador) y un tipo de izquierda (la alternativa). No existe la religión, ni la izquierda. Hay formas plurales y antagónicas dentro de estas dos esferas.
Fernández Buey era ateo y comunista. Él no tenía un interés directo por la temática religiosa. Llegó a ella a través de su búsqueda de los fundamentos culturales de una izquierda a la izquierda de la socialdemocracia y del comunismo de la III Internacional. Una de las tres frases que abren el inicio del libro, proveniente de un artículo suyo en Mientras Tanto, explica el sentido de esa búsqueda a través de la cual un intelectual gramsciano llega al cristianismo emancipador: “algunos tuvimos que entender el otro cristianismo para seguir siendo comunistas”.
Consideraba que los fundamentos culturales morales de la izquierda alternativa (roja, verde y violeta) se tenían que basar en diversas tradiciones de liberación, entre las que destaca el cristianismo emancipador. En Marx a contracorriente aparece una afirmación suya nítida sobre esta cuestión: “la izquierda socialista y transformadora del futuro podrá salir probablemente de un diálogo entre la tradición que Marx inauguró, la tradición anarquista-libertaria, la tradición cristiana (herética) de emancipación y la reconsideración autocrítica de la ciencia”. Más allá de este texto, en muchos de sus escritos defendió la centralidad de las culturas provenientes del ecologismo anticapitalista, de los feminismos y del pacifismo como elementos fundantes de la infraestructura ético-política de la izquierda radicalmente alternativa al capitalismo.
¿Podrías informar a nuestros lectores sobre los contenidos y la estructura del libro?
Se divide en tres partes, pero las dos primeras hay que entenderlas desde la última, la referida a la construcción de una izquierda alternativa. En ella podemos conocer de una forma sintética su idea de comunismo, de marxismo y de culturas y prácticas emancipadoras y revolucionarias que no son marxistas.
En la segunda parte se centra en tres personas que con su vida y su pensamiento incidieron en la emancipación de los empobrecidos: Bartolomé de Las Casas, Simone Weil y José María Valverde. Al primero le dedicó uno de sus mejores libros y este año será reeditado por El Viejo Topo. Es muy importante para estos tiempos de xenofobias ante los inmigrantes. La segunda es la pensadora y activista que más le interesó junto a Gramsci. El tercero fue “un compañero del alma”, especialista en estética y comunista en los últimos años de su vida.
La primera parte presenta su concepción del cristianismo emancipador y sus aportaciones a la izquierda alternativa y al quehacer emancipatorio en general. Hay un capítulo interesante sobre la esperanza. En vuestra web afirmáis que hay que dar fundamento científico a la esperanza. Eso es cierto, pero insuficiente. La esperanza en tiempos de desesperanza y para desesperados necesita fuentes metacientíficas. Fernández Buey enlaza con aquella afirmación de Ernst Bloch: “donde hay esperanza allí hay también religión”. Y no se refiere a la esperanza ultraterrena, sino a la esperanza histórica, a la necesidad de crear pozos laicos de los que se pueda beber una esperanza sin optimismo en tiempos sin salida. En esa búsqueda él ve necesario dialogar desde el ateísmo, al igual que Bloch, con las religiones de la esperanza intrahistórica y extrahistórica. Y aprender también de los luchadores sociales vinculados a estas religiones en lugares donde abunda la represión social y política.
¿Cómo has llevado a cabo la selección de textos para editar el libro? ¿Cuáles han sido las fuentes?
Mi lectura de los libros, entrevistas y artículos de Francisco Fernández Buey se inicia en 1979 y desde entonces no he dejado de leerlo. Gramsci y él son los únicos autores de los que puedo afirmar que he leído sus obras completas. Para ello ha sido fundamental el gran trabajo de Salvador López Arnal y Jordi Mir que, después de su muerte, han ido publicando una bibliografía prácticamente exhaustiva, aunque todavía van incorporando algún texto desconocido. La edición del libro me ha obligado a una relectura de bastantes textos dispersos en libros colectivos, en revistas y en conferencias no publicadas. También he trabajado muchas de las entrevistas que le hicieron.
El hilo conductor se ha basado en incorporar al libro escritos suyos y entrevistas en los que aparecen sus ideas fundamentales sobre la izquierda alternativa y el cristianismo emancipador. He escrito una larga Introducción en la que explico el vínculo entre estas dos temáticas dentro de su pensamiento global.
Hay una parte que no he podido incluir por la cuestión del exceso de páginas. Me refiero a bastantes textos suyos todavía no agrupados en un único libro sobre su reformulación del ideario comunista y sobre la izquierda roja, verde y violeta. También han quedado fuera escritos muy valiosos sobre el marxismo que todavía no han sido publicados en las diversas obras que se han editado sobre este tema. Todos ellos están citados en diversas notas de mi Introducción. Albergo la esperanza de que en los próximos años este conjunto de textos se editen en un volumen.
En el libro aparecen textos de Fernández Buey sobre el poeta y filósofo José María Valverde, de quién recuperamos en la edición de hoy un texto sobre cristianismo publicado en la Realitat en 1990. ¿Podríamos considerar que Valverde fue una de las figuras que marcó el pensamiento de Paco?
Después de Manuel Sacristán, fue su principal maestro. Con él hizo su tesis doctoral. La relación fue muy estrecha y lo admiraba muchísimo. Cuando Valverde volvió a España después de su exilio, estaba muy radicalizado en sus ideas políticas por sus contactos con los procesos y movimientos revolucionarios en América Latina. Este hecho y su profunda experiencia cristiana le llevó a considerarse y declararse comunista en un tiempo posterior a la disolución de la URSS en el que proclamarse comunista era considerado como propio de un enloquecido y producía irrisión. Él optó por el PCC (Partit dels Comunistes de Catalunya) por considerar que era la organización política más roja y más coherente entre los partidos que seguían llamándose comunistas. Fue en las listas de este partido en unas elecciones catalanas. ¡ Y era un hombre que iba a misa en su parroquia y participaba en sus grupos!
Esta fraternidad comunista entre José María y Paco, esa común pertenencia a lo que Paco llamaba irónicamente “ la subespecie de los comunistas” reforzó mucho sus relaciones. Los tres capítulos que le dedica en el libro son excelentes.
Hace 8 años ya que nos dejó Paco Fernández Buey, una de las figuras intelectuales más potentes del marxismo en Cataluña y en España. Una persona, además, que siempre tenía un “sí” ante todo tipo de peticiones de militantes: charlas, debates, cursos de formación. En tu caso, creo que dirigió tu tesis, ¿de dónde viene la relación con él?, ¿cómo la desarrollaste? ¿Qué significado tiene su obra y su vida?
Tienes razón. Paco decía siempre que sí a los que luchaban por la emancipación de las de abajo. Fue un filósofo de la praxis, como Gramsci y como Sacristán. Un verdadero intelectual orgánico, en el sentido gramsciano. Se tomó muy en serio la propuesta de Gramsci sobre los intelectuales y la organización de la cultura
En los primeros años de la década de los ochenta inicié una correspondencia con él. Desde el principio me sorprendió su inmensa amabilidad y una generosidad enorme. Algo inusual en el mundo universitario. A mí me daba apuro escribirle, pues me imaginaba que estaba ocupadísimo y no deseaba quitarle tiempo. Sin embargo, sus cartas eran tan detallistas y tan extensas que inevitablemente tenía que responderlas. Con el tiempo aprendí por qué se consideraba un “insumiso discreto” e intenté imitarle. Él siempre transmitía, tanto en sus escritos como en sus conferencias, una forma de ser y estar en el mundo. Incidía en muchos, sin pretenderlo, más allá del lenguaje.
Nos conocimos personalmente en el año 1985 y el vínculo fue Gramsci. En aquel tiempo yo iba con frecuencia al Instituto Gramsci de Roma y leía con regularidad dos revistas fundamentales del PCI: Critica Marxista, que todavía sigue y aglutina a los intelectuales que se opusieron a la desaparición de este partido, y Rinascita. En Roma conocí a Pietro Ingrao y participé en algunos seminarios que él impulsaba en el Centro per la Riforma dello Stato. También mantuvé contactos con feministas comunistas y católicas que estaban en la dirección del PCI. Fernández Buey admiraba a Ingrao, le interesaba el tipo de feminismo que se estaba creando dentro del PCI y conocía bien la realidad política, intelectual y sindical del comunismo italiano. Nuestros diálogos en torno a Gramsci y al PCI nos unieron mucho. Otro punto de conexión era el análisis del trabajo intelectual y político que el PCI desarrollaba hacia el mundo cristiano. Con el inicio del siglo XXI confluimos en dar prioridad a los movimientos sociales articulados en torno al Foro Social Mundial. Ambos publicamos libros sobre esta nueva realidad.
Paco era un hombre tan sumamente bondadoso y lúcido que era imposible no quererle mucho. Su talente moral era excepcional. Estaba en la antípodas de cierta cultura comunista sectaria y cainita. Era un comunista laico, libertario y ecologista; es decir, un hereje para la dogmática marxista. Su formación cultural era enorme e iba más allá del marxismo. No se reducía a éste, aunque evidentemente era la principal referencia para él. Tenía muchos intereses artísticos. El gusto por la poesía también nos unió.
Francisco Fernández Buey ha sido uno de los intelectuales más valiosos en los últimos cuarenta años, un comunista auténtico y crítico con la propia tradición ya desde finales de la época de los sesenta con motivo de la invasión de Praga por el ejército de la URSS y la aniquilación de la vía comunista checoslovaca. Considero que desde el inicio del marxismo en España, ha sido, junto con Manuel Sacristán y Adolfo Sánchez Vázquez, el mejor conocedor de la obra de Marx en España. Por supuesto, el experto mundial de referencia sobre Gramsci en lengua española.
Este libro que recoge ensayos y entrevistas es una aportación más, en la órbita de los editados por Salvador López Arnal y Jordi Mir, para seguir transmitiendo su pensamiento y su talente moral y político con la esperanza de que llegue a las generaciones más jóvenes.
Tanto en tu tesis, como posteriormente en tu libro prologado por Buey, “El proyecto de Gramsci” (Anthropos, 1991), analizaste cual es la aportación de Antonio Gramsci sobre el papel de la religión. ¿Podrías contarnos en qué consiste esa reflexión del comunista sardo, por favor?
Gramsci era un marxista ateo que dedicó una parte sustancial de su obra a analizar el catolicismo realmente existente en Italia y no la religión en general como hizo Marx. En sus estudios sobre la construcción de la hegemonía sí contempló la historia del cristianismo en su conjunto para ver cómo una religión perseguida fue conquistando ámbitos hasta convertirse en hegemónica. Admiró el cristianismo de Francisco de Asís, pero lo considero un “cometa fugaz” que no logró reorientar la Iglesia.
Metodológicamente el cristianismo fue para él un modelo negativo. En primer lugar, un modelo en lo que respecta a la hegemonía, a la construcción de sociedad civil, a la capacidad de crear una cultura popular, un sistema de creencias y un sentido común. Admiraba su arraigo entre el campesinado y la creación de toda una red de cooperativas, entidades de crédito, centros de cultura. También analizó extensamente la creación de un catolicismo político que dio lugar a la constitución de un partido con una extensa base popular al que el PCI le debía disputar la hegemonía.
En segundo lugar, ese modelo era negativo, pues los comunistas defendían el ateismo, la revolución, la creación de otro sentido común, la creación de una cultura popular ilustrada. Hay un aspecto especialmente interesante. Gramsci propone convertir el marxismo en una religión laica con una cosmovisión autosuficiente e integral del mundo. Llega a afirmar que el marxismo sólo triunfará entre las clases subalternas cuando sus principios fundamentales se conviertan en creencias. En la década de los sesenta, el PCI liderado por Togliatti inició una nueva fase teórica y política sobre el mundo cristiano. Desde esta perspectiva, el último capítulo del libro al que te has referido lo titulé “Con Gramsci, pero más allá de él”.
La izquierda europea, mayoritariamente, tendemos a entender a la religión como un enemigo, más que como un aliado. En alguna ocasión has hecho alusión a Palmiro Togliatti y la evolución del comunismo italiano respecto a eso. ¿Qué deberíamos aprender de ello?
No toda la izquierda europea lo ve así. Para quien quiera documentarse remito a mis libros La izquierda y el cristianismo y Nuevo socialismo y cristianos de izquierda. Eso no sucede en Italia, ni en Francia, ni en Alemania, ni en el Reino Unido, ni en los países nórdicos. No lo fue ni en Rifondazione Comunista. Es más bien una visión de la actual izquierda española en sus diversas vertientes, salvo excepciones notables.
El giro de la izquierda comunista sobre el tema del cristianismo se inicia en marzo de 1963 en Bérgamo con el discurso de Palmiro Togliatti Il destino dell’uomo. Por cierto, fue el político más admirado por Manuel Sacristán. Las principales tesis que planteó son cuatro: a) las raíces de la religión son más profundas que lo que afirmaba la teoría marxista clásica, la filosofía de las Luces y el materialismo del siglo XVIII; b) la aspiración a una sociedad comunista puede nacer y de hecho nace de determinadas formas de conciencia religiosa; c) la realización del comunismo otorgará una realidad práctica a los valores comunes de la concepción cristiana y de la concepción marxista de la sociedad y del hombre; d) en la sociedad comunista la conciencia religiosa tendrá un terreno real para su desarrollo. El PCI en sus congresos asumió esta orientación que se desarrolló en dos ámbitos: el teórico, mediante la dedicación de diversos intelectuales y revistas del partido a pensar y dar cuerpo a una nueva visión sobre la religión de liberación, y el práctico a través de una específica política hacia el mundo cristiano.
Quien desee aprender e incorporar esta experiencia del comunismo italiano puede hacerlo. A Fernández Buey le influyó mucho.
¿En qué sentido podríamos considerar al cristianismo como una religión de liberación?
Ya Engels en La guerra campesina en Alemania lo consideró así. También otros clásicos del marxismo, entre los que sobresale Rosa Luxemburg y, especialmente, Ernest Bloch. Sociológicamente, el cristianismo no es ni religión de liberación, ni religión de opresión en sí mismo. Fácticamente es las dos cosas a la vez. Todo depende de qué clases y grupos sociales reproduzcan y configuren en cada espacio y en cada tiempo el Evangelio originario de Jesús de Nazaret, que sí es liberador en sí mismo, y qué tipo de intelectuales le dan cuerpo teórico. Actualmente la teología de la liberación, como discurso del cristianismo emancipador, es antagónica a la teología de la prosperidad, que fundamenta a los evangelistas y pentecostales de extrema derecha que tienen un rol político cada vez más importante en América Latina.
Estos antagonismos dentro de una misma tradición tienen lugar también en ámbitos políticos e ideológicos. Dentro del marxismo podemos ver las diferencias entre Kautsky, Stalin y Trosky o entre los comunistas rusos y los comunistas maoistas, o entre los comunistas del PSUC y los comunistas del POUM.
Lo importante, desde un punto de vista sociopolítico, es observar aquel dicho evangélico: “por sus obras los conoceréis”. No por sus dogmas, ni por sus rituales, ni por su ética proclamada. Lo que llamó la atención de Fernández Buey – insisto ateo, comunista y marxista- fueron las prácticas de liberación inspiradas en esa religión. Sobre ellas profundizó en una parte de los escritos que aparecen en el libro sobre el que estamos dialogando. Un capítulo lo dedica a la igualdad y a la justicia en los mensajes originarios de las religiones.
Sobre esta temática hay algo en lo que coinciden Francisco Fernández Buey y José María Valverde. Es lo que denominan el “juicio final ateo” que aparece en el capítulo 25 del Evangelio según San Mateo. Al final de la vida, Dios, en el caso que exista, preguntará qué hicimos con el hambriento, con el migrante, con el encarcelado, con el sediento. Nada más. Esto unía profundamente a estos dos comunistas, uno ateo y otro cristiano.
Por cierto, una vez hecha esta referencia, conviene recordar que el comunista Pier Paolo Pasolini hizo la mejor película sobre Jesús de Nazaret y que el actor que encarnó a Jesús fue el comunista Enrique Irazoqui. Fue él quien en 1963 dio la entrada oficial a Fernández Buey en la organización universitaria del PSUC.
Cuando pensamos en el cristianismo como un elemento revolucionario, nos viene a la cabeza la teología de la liberación. Pero, quizá desde el desconocimiento, nos puede parecer un elemento lejano, incluso en el tiempo. ¿Sigue existiendo este cristianismo revolucionario?
Sí, claro. En España y en Europa está presente, pero fundamentalmente está enraízado en América Latina, Asia y África. Tiene una fuerte presencia en los movimientos sociales populares y en diversos partidos políticos revolucionarios. En los dos últimos decenios ha abierto nuevos frentes de lucha y ha ampliado el foco teórico a nuevas realidades: feminismo decolonial, indigenismo y ecologismo de los pobres. Este tipo de cristianismo emancipador fue la matriz de la que surgió el MST (Movimiento de los Trabajadores sin Tierra) y el Foro Social Mundial. Chico Witaker, secretario durante muchos años del Consejo Internacional de este Foro, es un cristiano que pertenece a esta corriente. En la India tiene mucha fuerza entre los movimientos de los dalit. Berta Cáceres, una de las principales líderes del ecologismo popular en América Latina, asesinada por esbirros al servicio del capital transnacional en Honduras, era otra cristiana significativa. La labor de la Iglesia de la liberación en las luchas ecosociales en la Amazonia y en el África subsahariana es muy relevante. Pueden preguntarle a los dirigentes del Partido Comunista Cubano y a muchos militantes de los movimientos populares en el Sur global lo que significa la geopolítica impulsada por el Papa Francisco.
Lo que sucede en España es que hay una gran carencia de internacionalismo y ello afecta al desconocimiento profundo del cristianismo emancipador. Otra causa es que no se ha aprendido nada, salvo escasas excepciones, del interés de Gramsci y de Togliatti sobre el hecho cristiano. Hubo una época distinta: aquellos años en los que el PSUC y el PCE tuvieron una política hacia ese mundo. Y no sólo ellos, sino otros partidos que estaban a su izquierda. Por supuesto, cualquier sindicalista que vivió la fundación de Comisiones Obreras sabe la relevancia que tuvieron en este hecho los militantes obreros cristianos en toda España. Está documentado por la historiografía. En Barcelona se fundaron en la parroquia de Sant Medir, tal como aperece en la placa que puso este sindicato en sus muros [1] .
La política comunista hacia el mundo cristiano en nuestro país se inició en la decáda de los cincuenta y se desarrolló con intensidad en la década de los sesenta. Es muy anterior a la entrada de Alfonso Comín y otros en el PSUC y en el PCE. Desgraciadamente, gran parte de los comunistas actuales desconocen esta realidad. Se piensa poco y se asume un laicismo con escaso fundamento y muy alicorto. Paco propugna en el libro editado por Trotta un laicismo muy distinto. Su comunismo laico es el que le permite defender el diálogo y el trabajo conjunto entre diversas tradiciones de liberación.
El pensamiento de Fernández Buey nos muestra que conoce bien las relaciones entre comunistas, cristianos de base y cristianos comunistas y profundiza en el fondo de esta temática: qué es el cristianismo de liberación y qué aportaciones puede recibir de este una izquierda alternativa. En este sentido se mueve también Michael Löwy, quizá el pensador marxista más relevante actualmente. El Viejo Topo editó el año pasado su libro Cristianismo de liberación. Perspectivas marxistas y ecosocialistas.
Sin duda, la mala imagen que tiene el cristianismo entre la izquierda viene condicionada por la convivencia de las instituciones eclesiásticas con el orden establecido. Para terminar, permíteme que te pregunte por el Papa Francisco, ¿realmente supone un cambio importante?
Es cierto lo que dices. En España está clarísimo con la bendición de la guerra civil como Cruzada y con el nacionalcatolicismo como soporte durante un tiempo largo a la dictadura franquista. Y en siglos anteriores todavía más: una permanente alianza entre la Iglesia jerárquica y el absolutismo. Rosa Luxemburg destacó el hecho de la aniquilación que fue haciendo la institución eclesial del comunismo de los primeros cristianos que ella valoraba mucho. La Iglesia ha sido la principal causa o una de las principales del ateismo en el mundo. Esto lo llegó a afirmar el concilio Vaticano II. Ahora bien, ya desde Engels y, especialmente desde Ernst Bloch, se llamó la atención dentro del marxismo sobre la existencia de un hilo rojo que también atraviesa el cristianismo. Sociológicamente, no existe el cristianismo, sino los cristianismos. Muchos de ellos son antagónicos entre sí. No es lo mismo el cristianismo revolucionario que el cristianismo capitalista y conservador.
El Papa Francisco se inscribe en el hilo rojo del cristianismo emancipador. Más bien, cose su acción y su discurso con un hilo roji-verde. Vengo archivando desde hace años las opiniones y los análisis de dirigentes, militantes e intelectuales de la izquierda alternativa sobre lo que dice y hace este Papa. Me llama la atención la valoración positiva del mismo por personas que, salvo excepciones, son ateas. Pienso en Michael Löwy, Naomi Klein, Atilio Borón, Ignacio Ramonet, el colectivo italiano de Critica Marxista, Vandana Shiva, Pepe Mugica, Evo Morales, Raúl Castro. En España son significativas las valoraciones positivas que hacen de este Papa intelectuales vinculados a la izquierda alternativa como Joaquim Sempere, Manuel Monereo, Santiago Alba, Carlos Fernández Liria, entre otros.
El principal aliado del Papa Francisco son los movimientos populares de América Latina, Asia y África. Con ellos ha mantenido diversos encuentros públicos y ha alentado una red mundial bastante interesante en torno a las luchas sociales por la Tierra, el Trabajo y el Techo. En estos encuentros él ha elegido como acompañantes a Pepe Mugica y a Evo Morales. Es significativo.
Su discurso económico y ecológico es claramente antisistema. Su oposición al capitalismo realmente existente es radical. Su pensamiento sobre las migraciones o la propiedad privada es revolucionario. En el campo de la ecología y la educación ha hecho un llamamiento a una “valiente revolución cultural”. La izquierda antisistema en Italia valora mucho esta posición y en Bolonia hubo un encuentro sobre esta temática presidido por el arzobispo de esa ciudad y los centros sociales okupados que realizan una gran labor social en los barrios empobrecidos. Hay pocos discursos públicos tan anticapitalistas como los del Papa Francisco. Especialmente, entre los que tienen capacidad de impacto en la opinión pública mundial. Los intelectuales de la derecha conservadora europea han reaccionado con fuerza contra el Papa Francisco. Uno de los más relevantes es Guy Sorman. Cuando apareció la Laudato si’ escribió un artículo titulado “Un Papa rojo y verde”. Con motivo de la Fratelli Tutti ha escrito otro: “Un Papa anticapitalista”. El diario ABC ha publicado los dos. Es significativo.
Quienes trabajan en la acción política saben muy bien lo importante que son los discursos públicos para crear un senso comune, según la terminología de Gramsci. En este sentido la derecha xenófoba le está ganando la partida en Europa a las izquierdas.
Sólo desde un dogmatismo laicista desorientado y desde el desconocimiento de la construcción gramsciana de la hegemonía y del internacionalismo se puede desconocer o menospreciar el discurso público y la acción del Papa Francisco. Muchas veces en esta vida se desprecia lo que se ignora… sin saberse y sentirse ignorante. La izquierda más inteligente en el mundo está bien atenta y lo incorpora, especialmente el contenido en los discursos en los Encuentros Mundiales de los Movimientos Populares y en Laudato si’ y Fratelli Tutti.
Evidentemente, Francisco es la máxima autoridad de una institución que, salvo en sus corrientes de base, está insertada en el núcleo del sistema dominante. Es más una fuerza conservadora que una fuerza revolucionaria. Tiene numerosas contradicciones y está vinculada a los principales poderes de este mundo. Además es muy patriarcal.
Intentar cambiar una institución que desde hace siglos tiene una impronta propia de una entidad reaccionaria es imposible en un periodo de tiempo corto. Pero el hecho de que Francisco sea un Papa más querido fuera de la Iglesia que dentro y que haya suscitado una oposición interna tan fuerte significa que en la correlación de fuerzas intraeclesiales está en minoría. Si la Iglesia funcionara como un partido democrático habría sido defenestrado. Él apunta en una dirección innovadora. No sé si tendrá continuadores, pero más allá de la fe o el ateismo, el “fenómeno Francisco” es un acontecimiento muy relevante para cualquier internacionalista y para todos los que desean la emancipación de los de abajo. Esto no significa identificarse con él o despreciarlo. Basta con hacer, como decía Marx, el análisis concreto de la situación concreta.
Notes
[1] (ver https://www.ccoo.es/noticia:179211–CCOO_conmemora_el_40_aniversario_de_su_asamblea_clandestina_de_Barcelona