En la vida hay dos realidades, la de cada día en la calle y la virtual/mediática. Muchas veces se entrelazan, se confunden, fluctúan, pero lo que está claro, es que siguen sendas separadas. Y en mi camino se juntan y separan cuando viajo por primera vez a Cuba en el año 2017.
Todo europeo que se preste, sin mucha conciencia política, no tiene muy buena imagen de Cuba, si se guía solamente por la que forjan los medios de comunicación hegemónicos. Los que están controlados por las élites de poder que responden a intereses capitalistas. Con un poco de conciencia política y de clase, puedes llegar a imaginar que la realidad está algo manipulada, pero realmente, no llegas a sospechar cuanto. Ese fue mi caso.
Siempre tuve un pensamiento de izquierdas, comunista, por herencia familiar y por lógica humana. Siempre pensé que los medios de comunicación maniobraban con la realidad cubana y venezolana. Pero hasta no llegar a la Habana por vez primera, no pude darme cuenta de cuán equivocada estaba.
Encontré una Cuba alegre y necesitada, pero llena de humanismo y solidaridad. A pesar de mi sesgo ideológico, a veces una no puede evitar escapar de la influencia subliminal que su inconsciente puede tener. Incluso pensaba llegar y tener que ver hambre, miseria. Pero no lo vi. Si que vi carencias, como las que pueden verse en cualquier país del mundo. Como las que he podido ver en el mío propio. Pero a lo largo de todos estos años en los diferentes viajes que he hecho, nunca he visto a nadie que no haga sus tres comidas al día ni a nadie irse a dormir sin comer.
Nunca había escuchado hablar mucho del bloqueo norteamericano a la isla hasta que me puse a investigar sobre él. Nunca lo había oído en los medios informativos nacionales. Nunca había leído sobre él en la prensa. Para mi era como un fantasma que sabía que rondaba, pero que nunca había visto de cerca. Hasta que pude tocarlo con las manos.
El 11 de julio de 2021 marcó un antes y un después en la historia reciente y mediática de Cuba. Ese día, mucha gente se echó a la calle a protestar contra el gobierno, por malestar social. El bloqueo, aunque yo prefiero llamarle guerra genocida, se vio incrementado con 243 nuevas medidas durante la pandemia Covid 19 por parte de la administración Trump. Y la gente, tenía quejas. El mundo moría. Nuestros familiares morían; y Cuba resistía estoicamente sin tener países a los que comprarles jeringuillas y gasas porque el “bloqueo económico” no se lo permite. Ahí fue donde yo personalmente me di cuenta de que se trata de un crimen de lesa humanidad.
Y en medio de esas protestas, como puede haberlas en cualquier lugar, se instigó desde fuera del país a que hubiera un alzamiento violento liderado por llamémosle “entes opositores” financiados por capital extranjero. Gente que quemó coches de policía con oficiales dentro, gente que asaltó supermercados, gente que entró violentamente en clínicas médicas, gente que cometió delitos de sedición. Personas que intentaron generar una inercia de ensañamiento y tensión para que la gente se contagiara de la misma contra el gobierno. Pero lo que no esperaban era que la gente, en su mayoría, se diera cuenta de lo que estaba pasando.
Y empezara a frenar a los grupúsculos agresivos. Entre las mismas personas que protestaban, frenaron a los delincuentes, y otras tantas, salieron específicamente a parar la oleada de agresiones que este gentío estaba pretendiendo formar. Aprovechándose de una situación delicada, con una pandemia mundial, en un país con un bloqueo económico, para generar caos y violencia.
Fue en la pandemia mundial donde yo puedo decir que palpé el bloqueo, pero es en este hecho que acabo de relatar, donde pude corroborar la manipulación mediática insolente y osada de los medios de comunicación occidentales. Unos medios que nos mostraban un país en llamas. Un país que supuestamente se alzaba contra sus dirigentes, siendo este hecho totalmente falso. Durante días, los medios repetían noticias de esta índole y la audiencia, sin tener otra alternativa de matriz informativa, era lo único que podía consumir.
Fueron los propios cubanos de la isla, y amigos de Cuba desde fuera, quienes empezaron a usar las plataformas virtuales y las redes sociales en pos de lo que se llama la “batalla mediática”. A favor de la verdad. En contra del terrorismo informativo. Hay muchas maneras de bloquear. Y a Cuba no solo la han bloqueado durante decenios económicamente, sino también cultural, mediática e informativamente.
Hemos podido saber gracias a las redes sociales, que los medios de comunicación mienten a favor de sus dueños, y que la información no es más que un negocio en el que hay que seguir las reglas del amo.
Esa es la falacia de nuestras democracias occidentales: crear corrientes de opinión favorables a los sistemas de producción y que satanicen a todo aquel que forme parte de un sistema productivo e ideológico alternativo como es Cuba.
Un modelo de país que ha demostrado que es posible ser anticapitalista y salir adelante. Aun con un bloqueo después de más de 60 años. Aun teniendo la soga al cuello en todos los ámbitos de la vida del país. Pero aún así dando los mejores resultados en ciencia, deporte, literatura, medicina, arte y muchas más disciplinas incluso a nivel mundial.
¿Por qué se le teme tanto a la verdad de una isla de 11 millones de habitantes y se intenta ocultarla y maquillarla a favor de los valores capitalistas y occidentales?
No conviene ver que hay un modelo de sociedad alternativa que es posible y viable, totalmente opuesta al neoliberalismo y al capitalismo. Que aún con un bloqueo genocida, sale adelante y avanza. Sin bloqueo, esta isla demostraría al mundo que ese modelo es progreso y es futuro. Y su centro es el ser humano, no el capital.
Ese modelo se llama socialismo. Y será posible. Cuba lo está demostrando. Porque 63 años de revolución en pie, en un mundo devastado por el imperialismo y la lógica mercantilista, son una victoria.